Holly Reynoso

Pasar la página...

miércoles, 10 de diciembre de 2008 a las 7:14

Ir al médico era una de sus actividades más detestadas, pero aquel dolor en el pecho la tenía preocupada desde hacía tiempo. Fue sin cita, como solía hacerlo, pero llegó temprano para avanzar. Se anotó en la lista, le sonrió a la secretaria y tomó asiento al fondo de la salita de espera.

La mayoría de las personas coinciden en que la peor parte de la espera en el médico era tener que sentarse a nada, o terminar leyendo las revistas viejas. Revistas que quizá tendrían años sobre las mesitas del consultorio. De hecho, si lo pensamos, ¿no serán esas revistas portadoras de gérmenes? ¿Agentes transmisores de enfermedades? Yo creo que sí, pensemos que todo el paciente del consultorio toca las revistas, aunque sea por ver la portada, y muchos de ellos van para descubrir que tienen algún virus o enfermedad contagiosa.

Esta cuestión se la dejo a su criterio, usted decide si volverá a tocar las revistas o no. Por su parte, la protagonista de este relato sí lo hizo. Tomó la primera revista del montón. Para su agrado, era una publicación dedicada a la fotografía, y siendo ésta su pasión, se dedicó a analizar los rostros y lugares fotografiados por colegas alrededor del mundo. Absorta en colores y luces, pasaron alrededor de 20 minutos. Su turno no llegaba aún, así que permaneció sentada en su esquina.

Hasta que lo encontró. Ahí estaba, esbozaba una cálida sonrisa, era una foto espontánea, en su entorno se notaba el movimiento y al momento de la captura, se volteó a sonreírle a un compañero de escena. Era la fotografía de un concierto, desde la tarima, y su centro era el vocalista. Hubo algo que hizo que ella se quedara contemplándolo, por varios minutos, estudió la página de esquina a esquina, y pensó que había encontrado algo, que en realidad nunca buscó, pero que la hacía muy feliz.

Y por un momento el dolor que la aquejaba desapareció, y respiró tranquila, pensando que podría llevarse aquella revista y salir de ahí sin dar más explicaciones. Por casualidad del destino, una señora que pasó por su frente le hizo dejar caer el objeto de su admiración. Aceptó las disculpas, y se agachó a recogerlo, saltó las páginas, y llegó justamente a la página siguiente del retrato que la había hipnotizado. Era el mismo tipo, ahora sentado en la barra de un bar.

El encanto se rompió, su carisma quedó reducido al de un borracho en día de cerveza gratis, su porte se transformó en una figura encorvada, que apenas podía sostener su propia cabeza, e imaginó que aquella voz que juraba estaría llena de fuerza, ahora sólo desprendería un aliento a alcohol insoportable. Entonces llegó la decepción, y se quedó contemplando la fotografía, que a pesar de retratar a un ser tan insoportable seguía siendo buena. Reflejaba la realidad. Y tomando coraje de dónde no tenía, pasó la página.

El dolor del pecho volvió, pero ¿qué importaba? Por algo estaba en el doctor.


Alex Ferreira - Páginas

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